¿Le sigues la pista a tus puntos?

Paseando el otro día por el centro de Barcelona me encontré de frente con un grupo de manifestantes bastante peculiar. No llegarían a los 300, entre 15 y 25 años, rapados a trozos algunos y con rastas otros, ropa ancha de colores oscuros y pantalones militares. Iban cantando con bocinas por la Independencia y portando banderas de Cataluña, por supuesto. Me recorrió una sensación de pena y empatía por esos «niños», que no tienen una menor idea de qué implica ese cambio por el que pasean gritando, porque nadie sensato se lo ha explicado. Eso sí, se lo estaban pasando genial. Si en ese momento tan sólo uno de ellos hubiera asumido el liderazgo del grupo y les hubiera pedido que gritaran por la Sanidad Pública también lo hubieran hecho. Y si les hubieran dado unas cervezas, en segundos la escena se habría convertido en un botellón. Así de robusta se veía su personalidad.

Llego a casa, se me ocurre encender la tele (vayamos a que le pase como a los coches, que de no usarla se le rompa la batería) y voilà, ciudadanos de Madrid hablando del Ébola, de la importancia de no subirse al Metro estos días y de que, en caso de no haber otra opción, precaución máxima de no agarrarse a ninguna barra, vayamos a que se transmitan fluidos.

1. Siempre hay opciones. Tus acciones y por tanto tus resultados son fruto de tus decisiones, pero siempre, SIEMPRE hay una alternativa. Y nunca sabrás si es buena o mala, mejor o peor, hasta que no seas capaz de ver el todo por las partes y no las partes por el todo.

2. El miedo no puede ser nuestro motor. El miedo a no pertenecer en el caso de los jóvenes catalanes, y el miedo a sufrir/morir en el caso de la enfermedad. El miedo te paraliza, te atonta, te bloquea, te hace pequeño y te reparte más papeletas de que te llegue eso que temes.

Entérate: todo es perfecto tal y como es, y es así por alguna razón que aquí y ahora podemos no entender, pero tiene un propósito. Las epidemias, las guerras, el terrorismo y las enfermedades son necesarias para equilibrar nuestro karma, individual y colectivo. También lo tiene la carrera que estudiamos, los amigos con los que salimos, la empresa donde trabajamos y la familia que elegimos. Es a través de la oscuridad como se llega a la luz, de ahí que se diga que no existe el fracaso. Steve Jobs lo explicó con su teoría de los puntos conectados. Cada decisión que tomas y cada evento que acontece en tu vida es un punto. El punto dónde estás hoy es consecuencia de los puntos que pusiste ayer. Y dado que sólo podemos conectar puntos que ya han pasado, hasta el último día de nuestra existencia no podremos tener el dibujo completo, y por tanto no podremos saber si cada punto, cada decisión, cada acontecimiento, era bueno o malo, correcto o incorrecto. Simplemente ES, y hay que confiar en que ES de la mejor manera posible para nuestro equilibrio y evolución.

Os dejo con un recordatorio del fabuloso discurso de este gran hombre, por si se os había olvidado. Para esta semana me quedo con su frase: «Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón».

 ¡Feliz semana!

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